Cómo empezamos - Guatemala

Esta es una historia de perseverancia, oración y la gracia inquebrantable de Dios. Sus raíces se remontan a principios de la década de 1980, cuando un joven estudiante de seminario llamado Rodrigo Argueta estudiaba en el seminario teológico de la ciudad de Guatemala. Tuvo que afrontar el desafío de mantener un equilibrio entre estudios rigurosos y recursos limitados, pero el Señor le ayudó a través de un miembro de la iglesia local que le proporcionó apoyo financiero. Este sencillo acto de generosidad se convirtió en la semilla que daría lugar a una nueva iglesia local. 

En 1984, tras completar sus estudios, Rodrigo, junto con otros compañeros, puso en marcha una pequeña célula en un barrio local. Reunidos en un entorno humilde, el grupo oraba, estudiaba las Escrituras y compartía el evangelio con los vecinos. Aunque eran pocos, tenían una visión ardiente del Reino de Dios. Pronto, otro estudiante del seminario, Nolberto España, y su esposa se unieron a la obra. Aunque los fundadores originales finalmente se mudaron, la llama que encendieron nunca se apagó. 

Dios siguió levantando líderes, entre los que destaca Paris Peña, quien se convirtió en una fuerza impulsora para fortalecer la joven iglesia. Bajo su liderazgo, la congregación creció en estabilidad y finalmente obtuvo el reconocimiento legal oficial. Paris guio a la congregación con fidelidad hasta su fallecimiento, dejando un legado de compromiso con Cristo y su misión. 

La historia no terminó ahí. La conexión de la iglesia con la Alianza Charis en general se fortaleció cuando su pastor se unió a líderes de todo el mundo en el Foro Internacional de Liderazgo Charis de 1999 en Argentina. Esa relación se fortaleció a través de otros foros de la Alianza Charis en 2008 y 2015. 

Hoy en día, la iglesia se enfrenta tanto a retos como a oportunidades. El crecimiento se ha visto limitado por la falta de recursos y el compromiso vacilante de los miembros. Sin embargo, los líderes tienen una visión renovada para ver a la iglesia revitalizada, basada en la oración, unida en la misión y apasionada por la evangelización. 

Una de las partes más inspiradoras de esta historia es cómo Dios utilizó pasos sencillos y fieles —ayudar a un estudiante con la matrícula, reunir a creyentes en una pequeña casa— para plantar semillas que darían fruto eterno. Es un recordatorio de que ningún acto de servicio es demasiado pequeño en el Reino de Dios. Lo que comenzó como un frágil grupo celular es ahora parte de una familia global de iglesias, comprometidas con proclamar a Cristo con valentía y amor. 

Un llamado a la oración y al apoyo 

  • Oremos para que los miembros de la junta directiva de la iglesia desarrollen un deseo genuino de servir, y para que la iglesia alinee su visión y misión con las de la Alianza Charis. 

  • Pidamos a Dios que use el taller de carpintería de la iglesia como un medio para el discipulado, al tiempo que ayuda a apoyar a las personas que trabajan allí. 

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