Conoce a la familia: Laurent Philit (Francia)

¡Un cálido saludo desde Lyon! 

¡Hola desde Lyon, Francia! Soy Laurent Philit y mi esposa se llama Michèle. Tenemos dos hijos maravillosos, y aunque todavía no somos abuelos, Michèle y yo estamos rebosantes de alegría al ver a nuestros hijos caminar de la mano de Dios, en una verdadera relación personal con Él. 

Crecí en un hogar cristiano, así que desde muy pequeño escuché sobre Jesús y las historias de la Biblia. Siempre creí que Dios existía y crecí respetándolo. Pero hasta los veinte, este conocimiento de Dios era principalmente intelectual, y eso me bastaba. 

En esa época, estaba un poco perdido, buscándome a mí mismo sin un camino claro en los estudios ni en el trabajo, y francamente, me sentía bastante inseguro. Mi padre oraba por mí constantemente, especialmente durante ese período. 

Cuando tenía 21 años, Dios usó mi pasión por los deportes para conectarme con un joven cristiano muy atlético que asistía a una iglesia evangélica. Estar cerca de él y sus amigos cristianos, y ver su fe auténtica, me conmovió profundamente. 

Pronto comprendí que Dios me ofrecía mucho más que la comprensión algo legalista que tenía de Él. Sí, Jesucristo era sin duda el Salvador del que me habían hablado, ¡pero me ofreció una invitación más profunda! Quería que le permitiera obrar en mi vida, transformándola poco a poco mientras escuchaba sus enseñanzas. ¡Lo que sabía de Él comenzó a vivir en mí! Eso fue hace 40 años, ¡y Él sigue igual de vibrante y vivo en mí hoy! 

Puedo testificar con sinceridad que Dios me ha demostrado constantemente, día tras día, que mi confianza en Él es bien fundada y que Él es absolutamente fiel. Soy un hijo de Dios, profundamente amado por mi Padre celestial, y Cristo trae su perdón liberador diario para cubrir mis faltas. ¡Qué increíble gratitud llena mi corazón! 

Quiero animarlos a todos, especialmente a los jóvenes: conozcan a este Dios. Pueden confiar verdaderamente en Él, y con Él, ¡su vida puede encontrar su verdadero propósito y plenitud! En este mundo a menudo turbulento, entre nuestras alegrías y tristezas, qué reconfortante privilegio es escuchar a Dios, a través de las palabras de Jesucristo, decirnos: «La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo. No se turben sus corazones ni tengan miedo». 

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